Toni Curtis estaba echo de oro aunque nunca ganó la preciada estatuilla;
más de 100 películas, una seductora sonrisa, y un romance con Marylin, del que se quedó embarazada
(aunque finalmente perdió el niño) hicieron de él una leyenda del cine.
Quiso no ser sólo una cara bonita y se puso a las órdenes de Stanley Kubrik en Espartaco.
Con él desaparece el tercero del trío con faldas más loco del cine.
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